Breve historia del Títere Chileno (parte 2)


Segunda parte                                                                        
Prof.Enrique Cerda

    Don Cristobito fue, sin duda, el más popular de todos, constituyéndose en el portavoz de las alegrías, rebeldías y esperanzas de nuestro pueblo. Muchos titiriteros lo tenían como personaje central en sus obras, pero fue el famoso Tile Vallejo quien le dio una proyección parecida a la que tenía en España. Este Tile, verdadero émulo del Ginesillo de Pasamonte, de Cervantes, era un titiritero que, desde 1855, recorría el norte chileno llevando en su espalda la caja de monos- como lo recuerda el escritor Sady Zañartu “ buscando el lugar propicio de la mina o la placilla cercana para que lo vean trabajar sobre un encatrado cualquiera, donde pueda decir cosas inconvenientes”.
    “Es memorable- según nos señala Zañartu- la presentación de Cayetano Vallejo, alias el Tile, de una obra que este titiritero preparó, con motivo del bloqueo de los puertos de Valparaíso y Caldera por la escuadra española, en 1865. Elaboró sus monos, unos con patilla a la española y otros a la usanza chilena. Vistió con traje de gala al almirante José Pareja y lo mismo hizo con Cristóbal Colón, el cual tenía un parecido notable con Don Cristobito. Apenas estuvo listo, anunció la función en la plaza y paseos centrales. El pueblo y muchas familias se dispusieron a asistir a la función. “Es tan diablo El Tile-decían- que con seguridad va a salir con una barbaridad”.
      “A las ocho comenzó la función, con una obertura de la orquesta de arpa, guitarra y un tambor y luego sale Don Cristóbal: “Señores, buenas noches, gracias igualmente, para mí han sido – se contestó a sí mismo - .Los niños respondieron: “Buenas noches Don Cristóbal. ¿Porqué viene tan buen mozo? ¿Y ese traje de almirante?  ¿De dónde lo ha sacado?”. “Este traje - respondió – lo tengo guardado hace años. Es el mismo que gané cuando descubrí la América. ¿No sabían Uds.?”:
    “ Bueno, señores. Esta noche les voy a presentar a mi paisano, el Almirante Pareja, que ha llegado a esta ciudad y me busca por todas partes. Es un caballero muy particular y un marino valiente e ilustrado”. Volviéndose al público, le dijo: “Me voy, luego vuelvo y si viene el almirante Pareja preguntando por mí, dígale que yo lo veré. ¿No?”. Todos atentos contestaban: “Bueno, Don Cristóbal”.
    “Apenas éste desaparecía y todo se hallaba en silencio, una pelada de hombre viejo se levantaba con una luz en la mano, para explicarle lo que iba a pasar. De un tirón, salía a la escena el almirante Pareja con entorchados de oro. “Señores – preguntaba a los niños ¿es por aquí donde vive Don Cristóbal Colón?”. Y de abajo le respondían: “Sí, godocoludo”. A lo que replicaba: “Vive Dios que son puñeteros Uds.”.
    “Eso serás tú, mono seco”. Y comenzaba un diálogo con el público: “¿Yo? ¿Porqué?  Si pego bien y mejor que Uds.-”. En eso entraba Don Cristóbal y Pareja iba sobre él con los brazos abiertos y con admiración exclamaba: “Paisano, coño, almirante. ¿Cómo lo pasa Ud.?” El otro explicaba: “Olé, mi amigo, bien. ¿Y Ud.? ¿Y la majestad goza de salud?”. “Perfectamente”- señalaba Pareja- y Ud. Don Cristóbal, ¿cómo es que ha podido vivir tantos años entre esta chusma, entre esta horda de salvajes, animales, incultos, sin civilización alguna? El bueno de Don Cristóbal miraba temblando al público y encolerizado contestó: “¿Chusma?, ¿Salvajes?¿Incultos?, ¿Eso dice Ud.?”
    “Sí – replicaba Pareja -,me han tratado como un mal caballero”. Se equivoca Ud. caballero, de los chilenos – contestaba Don Cristóbal -. Es un pueblo altivo, noble, valiente, y generoso, porque ellos tienen sangre española. Los chilenos no son chusma, óigalo Ud., so godillo* maleducado. Aquí en esta tierra donde he sido protegido y respetado, quien sea  la nación o persona que trate de humillar o insultar a sus héroes, aquí estoy yo, para castigar por sí estos insultos”. Después de secarse el sudor, Don Cristóbal le ordenó a Pareja: “Salga Ud. De mi casa y no vuelva más por aquí, donde viven los chilenos. Dirigiéndose al público, les dijo: “¿Qué les parece?¿Soy hombre o no?”.
    “Así me gusta verlo – exclamaron algunos -. Péguele unas cachetadas a ese godo animal”. Vaya que no – respondió Don Cristóbal -, que se me alce un poquito no más y verá si pierde el apellido, aquí conmigo. Con que ya lo sabe paisano, tome su gorra y abur”.
    “ Vive Dios – gritó Pareja -. A mí me arroja Ud.?”. “Sí” – respondió Don Cristóbal.
     Salga Ud. Esta ofensa no la acepto, paisano, y se lava con sangre”. Don Cristóbal, dirigiéndose al público, le preguntó: “Me las ganará el godo? ¿Qué les parece?”. El público le respondió: “No se la gana nunquita”.
    “Mientras tanto , Don Cristóbal permanecía en actitud pensativa y hablaba entre labios: “¿Qué me la ganará el godo?, ¿Qué hago? El marino, al mismo tiempo, se paseaba a lo largo de la pieza, y por fin, al detenerse, prorrumpió: “Bueno,  paisano, vamos a batirnos, pero como es un hecho que los dos sabemos manejar el sable y la pistola, si quiere nos batimos a puño limpio”. “Muy bien – respondió Don Cristóbal - ,pero no es posible que nos batamos de uniforme, podemos vestirnos con ropa más adecuada. ¿No le parece?”.
    “Ambos contendientes salieron para entrar de nuevo, sin leva y en mangas de camisa. Don Cristóbal, asustado, les preguntaba a los niños: “¿Me las ganará el godo?¿Qué les parece a Uds.?”. Casi todos respondían: “No se la gana nunca, pegue fuerte y feo, no más”. Pareja, más tranquilo, con voz ronca, decía: “Ya estoy listo, paisano, vamos a ponernos en guardia”. Los contrincantes se miraron, para entrar a darse cabezazos tupidos y separarse con los puños en ristre. Cada uno decía un insulto espantoso que el público azuzaba, formando bandos en la platea.
    “Pega – tira – eh, coño. No seáis roñoso”. Arriba se oían otras palabras: “No agarrís de ahí que es peligroso. Suéltame”. Y como estaban mancornados en la zafacoca, la batahola era infernal, por las apuestas de ambos bandos. Muchos preferían  Don Cristóbal y otros cargaban de oprobio a Pareja. En la pelea, éste agarró mal a su contrincante, el cual lanzó un ay, ay, ay, despiadado, como si algo le doliera mucho, mientras cuidaba la parte delantera del pantalón. A medida que peleaban, dábanse puntapiés para sobarse el cuerpo con dolor. “Ay, ay, ay,- gritaba Don Cristóbal – así no, pues”. Y llamaba la atención a los niños. “Deshagan la apuesta, miren que me las gana el godo”.
    “En la batahola volvía a quejarse: “¿No les decía yo que la iba a ganar el godo?  Ay, ay, ay, patrón, por los mil diablos. No me apriete tan fuerte, míster. Oiga, míster, miren que eso es muy delicado. Ay, ay, ay, no me agarre de ahí. ¿Que es marica Ud.? Ay, ay, ay, por Dios, suélteme, pues. ¿No será mejor que deshagan la apuesta? Mire, Ud., que el godo me ha tomado por mala parte. Ay, ay, ay. Ah, ah, ah”. Después cayó desmayado. Nadie se disgustó, al principio, aunque muchos dudaron del triunfo de Pareja por el golpe prohibido. La policía intervino cuando quisieron romper los títeres y tuvo que salir el propio Tile para evitarlo.
    Valparaíso nos entrega una abundante actividad titiritesca, alentada por la influencia de algunos artistas extranjeros. Incluso la municipalidad del puerto le aplicó un impuesto a lo que se llamó cosas de diversiones públicas, donde se consideraban los títeres. En el artículo quinto del reglamento municipal se leía: “Las chinganas de primer orden sacarán una patente de 100 pesos, las de segundo orden pagarán 60 pesos y las de tercer orden o títeres, 48 pesos.
     Pareciera casual esta relación chingana – títere, pero esos centros de diversión popular fueron refugio de los teatros de títeres en el siglo XIX. En estas chinganas se bailaba, bebía, jugaba, enamoraba, cantaba, además de presentarse payadores, prestidigitadores, malabaristas, acróbatas, titiriteros, etc. En esos lugares se confunde todo aquello que pudiera ser causa de alegría y diversión en el pueblo.
    Fueron numerosos los titiriteros que desarrollaron en Valparaíso una gran actividad artística. Entre ellos cabe destacar a Pedro Alessandri Tarsi, abuelo de don Arturo Alessandri Palma, quien llegó a Chile en 1840, a la edad de 20 años, formando parte de una troupe italiana de artistas de circo y marionetistas.  El aventurero y viajero francés Jaques Arago, en su libro Deux Océans, nos entrega abundante información sobre este titiritero. “ Monsieur ha pasado por ahí; pero quién es Monsieur Alessandri? Aventurero, intrépido, lleno de bondad, como Colón de quien es compatriota. Pobre de él, rico de esperanzas, se dejó caer sin contar para vivir más que sus dedos y un surtido de marionetas. ¿Es poco, verdad? Pues bien. Ha sido suficiente a M. Alessandri para llegar a ser, en pocos años,  poseedor de una magnífica fortuna. Las pesetas se cambiaron en pesos, los pesos en onzas, y, sin ser desdeñados, los títeres pasaron a dormir en la antecámara”.
    Dos artistas alcanzaron en Valparaíso gran notoriedad. Nos referimos al maestro Espejo y al peruano Mateo Jeria, del cual hemos hecho mención por funciones en la Plaza Nueva de Santiago. Ambos titiriteros presentaron animadas funciones en el Jardín del Recreo del puerto. Este local de recreación tenía un escenario para más de 500 personas y llamaba a los espectadores con la siguiente propaganda: “A dónde van los paseantes, si no tienen la intención de pasar la tarde en el Jardín del Recreo”.
                                                                                                                                          Continuará.
(*Se refiere a godo. Los Godos fueron una cultura del norte de europa, que emigraron e invadieron la europa del sur).